Alumno
Conocí a Blas Fernández en Mayo de 2003. Fue en la escuela de música MrJam, en la que es profesor. Nos presentó un amigo, alumno suyo. Aficionado tardío a la música, buscaba encontrar la forma de iniciar el camino de hacer realidad un viejo sueño: Tocar la batería. La inclinación por este instrumento viene de adolescente, cuando en una película de Fred Astaire, no recuerdo su nombre, contemplé una escena en la que el protagonista, hombre de negocios, tocaba una batería, mientras bailaba prodigiosamente.
La batería, estaba dispuesta en su gran despacho de trabajo, blanca y reluciente. Su sonido, su ritmo, su aspecto, la forma de danzar, de bailar, de tocar, quedaron grabadas en mi memoria. La vida te lleva por otro derroteros y, hasta ese momento no había podido acercarme a mi afición, pero… por fin, con mi medio siglo de existencia, estaba decidido a poner fin a la espera. ¡No puede ser difícil!... pensaba. Cuando en esa primera entrevista le comentaba a Blas mis motivaciones, me agradó su interés. Con una permanente sonrisa y gestos de asentimiento, me escuchaba, sin manifestar ninguna extrañeza por la edad de quien le hablaba. Enseguida, me hizo notar que la edad no era en absoluto inconveniente, -algunos músicos descubrían su vocación de forma tardía-, lo importante era tener ilusión y ganas de aprender. Me sentí acogido y justificado, ¡verdaderamente era lo que quería!.
Los primeros contactos con el instrumento pusieron de manifiesto mi torpeza y también mi desilusión… no era tan fácil como suponía. No sé que vió Blas para decirlo, pero me auguró: -“Llegarás a disfrutar tocando la batería, porque tienes sensibilidad”, “la música es sentimiento, la técnica es sólo un vehículo para expresarlo”, “si no sientes y no transmites a los demás, no vale de nada. La técnica más depurada es inútil sin el sentimiento”. Su seguridad, su convencimiento, disiparon mis dudas y alentaron mi motivación.
Son ya tres los años que disfruto de sus enseñanzas. Durante ellos, además de aprender, hemos conversado, intercambiado opiniones, buscado explicaciones a algunas cosas… Durante ellos, ritmos, paradiles, síncopas, negras, corcheas, golpes, silencios, anacrusas, tresillos, breaks... Omar Hakim, Steve Gadd y muchos más… Ritmos, técnica, historia se han juntado, alternado y complementado. Han dado lugar a momentos divertidos, alegres, interesantes, comprometidos, no exentos de dificultad y… a veces de desánimo.
“¡Vamos, vamos! ¡Otra vez!... ¡Hay que repetirlo mil veces!... ¡Con la izquierda, dos mil!... El batería debe manejar ambas manos, conseguir la misma destreza, la misma precisión, la misma potencia, la misma… "sensibilidad”.
Muchas horas, a lo largo de más de 120 semanas, también han conseguido progresos. Qué lejos queda todavía... ¡cuánto cuesta cambiar de ritmo con soltura! ¡mantener el “tempo”! Acentuar, poner sentimiento ¡Coordinación!.
“¡olvídate de contar, siente! ¡siente la música…déjate llevar!”, “no te preocupes Blas, no tengo prisa”.
Se mezclan las palabras que podrían definirle:
Emoción, el sentimiento musical. Idealista, “¡el músico está hecho para la creación y la búsqueda de nuevos sonidos!” Perfeccionista, “¡Repetir y repetir, no puede haber fallos!”, Amistad, en especial, a sus hermanos de la música. Responsabilidad, horas y horas de ensayos hasta la perfección. Inquietud, el tiempo discurre lento cuando se quiere alcanzar algún logro, poner en marcha algún proyecto. Desengaño, el mundo de la música ofrece, a veces, aspectos oscuros. Compromiso, “La música es mi vida”.
Buen conversador, confiado, noble. Nada de rey, si de profeta. No te olvides Blas, el mundo lo dirigen los reyes pero lo cambian los profetas. Sólo queda agradecerte, Blas, tus enseñanzas, tu conversación, tu confianza, tus ánimos, tu dedicación…
Sólo queda desearte, Blas, todo lo que te mereces.